Otros artículos

Shakespeare existe

Vestido como un caballero retirado en sus posesiones, con suficiente bolsa, pendiente en la oreja y generosa nariz, Shakespeare es quien posa para ese recién encontrado retrato que pone mirada y expresión a lo que algunos consideran el más afamado «negro literario» de la Historia.  

Matarife, cazador furtivo, bebedor y mozo de cuadras eran pocos títulos para ser admitido en el Parnaso. La falta de datos sobre su vida y un cierto tufo a clasismo le cuestionaron como auténtico autor de sus obras. Ni prueba ni desmiente nada, pero el cuadro (y no una copia posterior a su muerte, que era lo único con lo que contábamos hasta ahora) le da más cuerpo al mito.

No es Bacon, ni De Vere, ni Raleigh, ni Marlowe. De origen plebeyo, pero de voraz apetito por leer y aprender, no fue viajado en millas aunque sí en sentimientos. Guillermito le dice hola al mundo y se ríe de aquellos que por su cuna le creen incapaz de poner por escrito el alma humana. No hace falta ser de sangre real ni dominar lenguas muertas (se siente, Ben Jonson) para codearse en la compañía del Dante, Homero y otros ilustres buscavidas. Que se lo digan a Miguel de Cervantes.