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La pírrica victoria en Líbano

"Otra victoria como ésta y volveré sólo a Épiro". Así se lamentaba Pirro de su "éxito" ante los romanos al contar las bajas y daños en su propio bando tras la batalla. Y de similar forma deberían empezar a pensa

r en el gabinete israelí tras su ultima razzia por el sur del Líbano.

¿Cuál era el objetivo de la guerra? Oficialmente, se trataba de desactivar el hostigamiento de Hizbulá, ejemplificado en el secuestro de los soldados israelíes. Sin embargo, a día de hoy, esos soldados siguen en manos de los milicianos musulmanes y la organización, lejos de agotarse o ser derrotada militarmente, goza de mayor autonomía e influencia con respecto a Líbano y Siria que nunca.

Si la finalidad era golpear a Siria en el trasero de Líbano, los sirios ni han sufrifo pérdidas cuntificables ni parece que Estados Unidos haya vuelto sus ojos (más aún) sobre el régimen de Bashar al-Assad, mientras que por el contrario, éste inflama a sus compatriatotas y, de paso, se justifica en el cargo sacando del ropero las viejas reivindicaciones sobre los altos del Golán.

¿Qué más obtiene Israel? La creación de una franja de seguridad alrededor de la frontera con Líbano tampoco parece un objetivo duradero, pues es dudoso que la fuerza internacional de interposición vaya a mantener mejor la calma que su avanzado, eficiente y resolutivo ejercito.

En cuanto a los ataques y bombardeos, han dañado enormemente Líbano. Podría anotarse esto como un tanto para el agresor, que mantiene así en postración económica permanente a un posible rival en la zona. Pero lo es a cambio de muertos y desplazados; de romper su tejido económico y debilitar la presencia del Estado en esa área.

Es decir, crea el caldo de cultivo perfecto para que una nueva hornada de jóvenes desocupados, sin futuro y con tragedias familiares a su espalda se arrojen en los brazos del "partido de Dios" y sus interesadas redes de hospitales y servicios de caridad.