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Famélica legión

Debatir sobre si los cristianos devorados por leones deberían salir vestidos o desnudos, o sobre las aptitudes dramáticas de la mujer barbuda, parecen cosas de poco sentido. Es la misma sensación que te queda al ver como Laroche y Gaultier, Madrid y París, se pelean en las páginas de sociedad de los periódicos en una guerra de lorzas contra costillas, michelines contra ojeras, filetes contra raspas y muslos versus lechugas.

Que la anorexia se convierta en fuente de divisas suena raro, pero también que se quiera pesar en gramos de masa corporal la idoneidad de una moza para enseñar las tetas (aunque sean mínimas) en el telediario de Matías Prats o en el Tomate, que es básicamente dónde sacan éstas cosas.

Al tiempo que grandes casas de moda abandonan por superficiales, antieconómicas y falsamente epatantes las pasarelas, los desfiles se van transformando en un señuelo más para rellenar minutos de tele y una forma de vida para "artistas" ávidos de ganarse el chalé en la sierra presentando "Escuela de modelis" o "Gran Sastre". Mujeres mórbidas o famélicas; con sacos en la cabeza o collares de perro; disfrazadas de payaso o enseñando el culo a la primera fila de flashes…

Con un poco de suerte son los estertores de un circo que mendiga atención – a cualquier precio – de gente que jamás compra nada de lo que allí se vende.