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No es lo mismo

Con relaciones privilegiadas ya desde el Estatuto Avanzado del año 2008 y con la promesa en ciernes de una relación aún más estrecha mediante acuerdos de libre comercio y ayudas financieras al reino alauita, Marruecos es mantenido entre algodones por los socios del continente, reflejando en él sus temores a flujos incontrolados de inmigrantes o a la penetración del islamismo radical por la frontera sur.

Pero esas necesidades (y otras menos confesables, como el intento francés de mantener su influencia en la orilla sur del Mediterráneo o la deslocalización de cultivos, industrias y servicios) no deben desviar el foco de asuntos que chirrían gravemente con la concepción del mundo y la sociedad que debería defender Europa: le respeto a los derechos humanos, la democratización del régimen y la obligación moral de zanjar el asunto del Sáhara sin hipócritas medias tintas.

Porque ambas partes no son iguales, la solución justa no es la que menos le duela a Marruecos y no es lo mismo, ni mucho menos,  la lucha de décadas de un pueblo por su libertad que los 2.000 manifestantes con fotos de Mohamed VI llevados a Granada en autobuses desde media Europa para la ocasión.