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Deseo, percepción y realidad se confunden con frecuencia cuando se habla de la denominada “clase media”. Si pregunta en su entorno, pocos serán – probablemente – los que se consideren a sí mismos miembros de la “clase alta” y quizás sean aún menos los que se declaren abiertamente como integrantes de las llamadas “clases bajas”. Resuelto el problema, ¿no? Somos abrumadoramente de clase media. Bueno, al trasladar esas sensaciones a números, las cosas no están tan claras…
Una clasificación más objetiva y basada en los ingresos podría ser la que genera la cita anual con el IRPF, aún sabiendo que muchas grandes fortunas escapan a este mecanismo de recaudación. En números redondos, tendríamos una horquilla desde los cero a los 18.000 euros anuales (clase baja) y otra que se extiende desde ese nivel hasta los tramos de tipos especiales para rentas de más de 120.000 euros. ¿Es homogénea esa “clase” con 100.000 euros de diferencia anual de renta?
Hay otros tramos impositivos con hitos en los 33.000 y 53.000 euros pero, si le otorgamos el honor del calificativo a quienes cotizan según ese tramo concreto, el número de medioclasistas cae en picado. Sólo el 10,3% declara ingresos de más de 39.000 euros anuales mientras que el 58% se queda en el umbral de los 18.000, por lo que la clase media que así se dibuja apenas está formada por el 34% de los contribuyentes.
Ni siquiera se clarifican así las cuentas, porque PP y CIU afirmaron que “los sacrificados de la crisis van a ser, como siempre, las clases medias” cuando Extremadura y Andalucía anunciaron subidas de sus tramos autonómicos para las rentas superiores a… 60.000 y 80.000 euros respectivamente. ¿Sigues siendo de clase media?
Salarios a la baja
Otro enfoque para encontrar nuestra perdida clase media (descontando a empresarios, clases pasivas y a los cerca de cinco millones de desempleados) podría ser el que ofrece la Encuesta de Estructura Salarial del INE, según la cual la ganancia media anual por trabajador es de 21.883,42 euros. El salario mediano (la cifra divide al total de los trabajadores en dos partes iguales en función de lo que cobran) se queda en 18.244,40 euros. Y el salario más frecuente – lo que cobra la mayor parte de los empleados – apenas alcanza los 15.500 euros anuales. La nómina aproximada de lo que llamamos mileuristas.
La “sociedad de los dos tercios”, ese invento de Margaret Thatcher por el que no dudaba en soliviantar al tercio más desfavorecido del país a cambio de los votos de la mayoría, se derrumba. También lo hace ese – hasta ahora – grueso de la población que consumía y ahorraba moderadamente mientras sostenía a moderados poderes políticos capaces de administrar un Estado del Bienestar con ciertas garantías y prestaciones. Y todo ello a pesar de que la promesa de crecimiento y pleno empleo no se acompañó (ni en los mejores momentos de la economía mundial) con el incremento de los salarios, como recogen los datos de la OIT en referencia a la pasada década.
No se trata de negar los avances en todos los aspectos de la vida experimentados por nuestra sociedad en los últimos cien años. Pero la idílica mayoría social que pagaba con su dinero y su responsabilidad moral la subsistencia de pobres y excluidos y que se beneficiaba de esos avances se está convirtiendo en una masa sin perfil definido, un magma informe de grupos sin orígenes ni características comunes en el que su identidad se diluye. La “clase media” es el vago recuerdo de un anuncio americano de los años 50.