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Juegos de mesa

Hombre o mujer, rubia o o morena, conservador o progresista, con gafas o sin ellas… Como en el juego de mesa, los dirigentes europeos han pasado su última cena sopesando y eliminando las posibilidades de los rivales para hacerse con supuestos cargos clave de la futura UE, en un cambalache tramposo donde los más listos (o poderosos) del zoco han fijado finalmente el precio y el producto.

De ese parto de los montes nace Van Rompuy, un presidente del Consejo que competirá por un hueco al sol de los focos de los medios con la Presidencia rotatoria, el presidente de la Comisión, el Parlamento Europeo, las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno… y quién sabe si con otros puestos creados ad hoc para los que se han quedado sin migajas en este ágape.

Del mismo modo y para compensar, tendremos a Catherine Asthon como nueva representante de Exteriores: mujer, británica, progresista… y desconocida en las cancillerías del mundo. Características ideales para mantener a la pérfida Albión dentro de sus casillas sin incomodar la grandeza e influencia francoalemanas.

Con Tratado o sin él, la Europa que esperamos nos ha vuelto a hacer trampas,  escamoteando un derecho que la haría realmente alternativa ilusionante a estos reinos de taifas, cada vez más numerosos y menos influyentes: el derecho a la elección de nuestro máximos representantes por sufragio universal, libre y directo.

El resultado es que, mientras nosotros jugamos a los cromos, Estados Unidos y China deciden en pareja el destino del mundo sin contar con la (más que vieja) decrépita Europa, empeñada en enterrar con sus modos y gestos aquellos  valores que un día la convirtieron en guía y referente. Descanse en paz.