Otros artículos

Obama y el de las patatas fritas

No sería la primera vez que la ola de entusiasmo demócrata da paso al tsunami conservador. Ocurrió con la candidatura de Al Gore, demasiado frío e intelectual para sus conciudadanos. Y esas «razones» también apartaron a John Kerry de una victoria que se daba por cantada ante un Bush tocado y hundido según la mayoría de los analistas… de fuera de los Estados Unidos.

Obama tiene el viento a favor de los medios y despierta simpatías allende las fronteras, pero no ha logrado despegarse del aliento de McCain y su controvertida compañera de ticket. El héroe de guerra, cuyo nombre hace unos días sólo nos recordaba el de las patatas fritas congeladas,  y la ultraconservadora que adorna sus estancias con pieles de oso le pisan los talones en las encuestas sin gastar pólvora.

Deseos aparte, no está clara la tendencia al cambio. Un candidato liberal, de raza negra, sin el apoyo entusiasta de la comunidad hispana o los trabajadores  – que depositaban sus esperanzas en Hillary Clinton-, con barniz conciliador, comprometido socialmente, amigo de la vieja Europa y sin carnet de la Asociación del Rifle lo tiene bastante crudo para arrancar el voto en muchos estados profundamente conservadores y de gran peso en la decisión final, para desesperación de los «berlineses» que no votaremos en Noviembre.