Cuenta la leyenda que William Gladstone (antes de gobernar Gran Bretaña, cuando aún era ministro de Hacienda) asistió a una conferencia de Michael Faraday sobre los avances en el estudio del electromagnetismo. Al acabar la presentación, preguntó al científico si todo aquello de lo que hablaba tenía alguna aplicación práctica. La respuesta de Faraday habría sido:
“Llegará un día, señor, en el que usted podrá gravar esto con impuestos”.
La anécdota, inventada o no, inaugura una tradición de variadas profecías sobre el porvenir hechas de los padres de la electricidad moderna. Como ya estaban rodeados de un halo de devoción popular, las revistas de los primeros años del siglo XX acudían a Nikola Tesla y a Thomas Edison como oráculos, para esclarecer hacía dónde nos conducirían los progresos tecnológicos en los años venideros y qué papel tendría la electricidad en ello.
¿Acertaron?¿Se equivocaron? Pues… un poco de todo.

Hay mucha literatura (bastante exagerada) sobre la enemistad entre ambos, la guerra de la corriente continua contra la corriente alterna y todo eso. Pero, seas del equipo Tesla o del equipo Edison, hay que reconocer que ambos demostraron tener buen olfato y coincidieron en vislumbrar avances similares.
En 1911, la revista Cosmopolitan encargó a Edison un artículo sobre cómo sería el mundo cien años después. Habla en su texto de casas de hormigón con muebles de acero y de aviones que nos permitirán viajar “más rápido que las golondrinas”. También de teléfonos móviles que “gritarán nuestros nombres y susurrarán las cotizaciones de los mercados” y de algo muy parecido al Kindle:
“Los libros del siglo venidero estarán impresos en hojas de níquel, tan ligeros de sostener que el lector podrá disfrutar de una pequeña biblioteca en un solo volumen. Un libro de dos pulgadas de grosor contendrá cuarenta mil páginas, el equivalente a cien volúmenes”.
Por supuesto, se muestra convencido de que la electricidad será pieza central de todo ello: alimentará todas las máquinas, robots incluidos, desplazando la fuerza humana y la energía del vapor.

En 1916, otra revista, Collier’s, invitó a Tesla a dejar vagar la imaginación del mismo modo. Nikola se explayó sobre las posibilidades de la corriente alterna para optimizar el uso de las centrales hidroeléctricas, el carbón, el gas y el petróleo. Anuncia el advenimiento de retransmisiones de televisión, de máquinas que transcribirán la voz humana o proyectarán el pensamiento, de dispositivos bélicos controlados a distancia que parecerán estar dotados de inteligencia y hasta de duchas eléctricas que harán innecesarios el agua y el jabón.
“La limpieza del cuerpo se puede efectuar instantáneamente simplemente conectándolo a una fuente de energía eléctrica de muy alto potencial, lo que dará como resultado la eliminación del polvo o de las pequeñas partículas adheridas a la piel.
Un baño de este tipo, además de ser seco y ahorrar tiempo, también tendría una influencia terapéutica beneficiosa”.
Móviles, wi-fi, internet, streaming, aviones de pasajeros, acero y hormigón, robots, libros electrónicos… Bueno, la verdad es que estamos cayendo en el cherry picking, escogiendo las cerezas más llamativas y apetitosas de las bandejas que nos ofrecen estos científicos.

Porque es cierto que diez años después, en 1926 y también en Collier’s, Tesla augura en una entrevista que todos estaremos interconectados en un gran cerebro mundial sin fronteras y adelanta la invención de teléfonos que podrán llevarse “en el bolsillo del chaleco”. Punto a favor para el genio adivino.
Pero nadie está exento de fliparse, así que luego se le va un poco la pinza, dibujando una sociedad futura a imagen y semejanza de las colmenas, una estructura social rígida y jerarquizada con (algunas) mujeres a la cabeza como abejas-reina. Además, se deja seducir por ideas como la eugenesia, la esterilización de los criminales o la autorización previa de los matrimonios por la administración.
Por su parte, Edison también se viene muy arriba en algunas declaraciones, como cuando se muestra convencido de que la transmutación de los metales está al caer y que el oro no valdrá nada una vez la alquimia moderna haga posible producirlo de forma masiva:
“En los días mágicos que vendrán no hay razón para que nuestros grandes transatlánticos no sean de oro macizo de proa a popa; para que no viajemos en taxis dorados, o para que no sustituyamos el acero por oro en nuestros salones”.
En fin, que nadie es infalible prediciendo, ni siquiera los genios. En su defensa hay que decir que Isaac Newton (“el talento científico más grande que haya visto el mundo” según otro Isaac famoso, Asimov), era de la misma opinión que Edison y a esa tarea, la de fabricar oro a partir de metales comunes, se entregó durante muchos años.

Por cierto, Newton también dejó predicciones sobre el futuro del planeta. En concreto, sobre su completa desaparición. Haciendo cábalas a partir de los textos bíblicos, calculó de aquella manera algunas fechas posibles para el apocalipsis. Y la que más repite es 2060. 😱
