Carta excéntrica

Memorias improbables de un cautivo noruego

La oscuridad digital es el término con el que un pionero de internet, Vinton Cerf, definió el peligro de que todo lo que ahora almacenamos en formato digital pueda desaparecer en el futuro.

Por un desastre natural, porque los humanos somos un desastre, por deterioro o, simplemente, porque dejemos de tener herramientas capaces de leer los formatos y archivos que ahora utilizamos. Ya contamos algo de todo eso en un episodio de Memoria Sonora.

La cinta magnética, el vinilo, el cedé y hasta los discos duros son menos duraderos de lo que creíamos. Sorprendentemente, su vida útil es más breve que la de muchos pergaminos, vitelas o papeles que siguen siendo legibles a pesar de haber navegado entre siglos.

Y aquí va un ejemplo de la resiliencia del papel frente a un millón de probabilidades en su contra:

Peter Moen. Foto: Wikipedia.

Peter Moen fue uno de los editores de London-Nytt, un periódico de la resistencia en Noruega durante la ocupación nazi. Hojas mecanografiadas que se multiplicaban en imprentas clandestinas con tiradas de entre 1.000 y 4.000 ejemplares.

Se calcula que en el transcurso de la guerra llegaron a imprimirse cerca de millón y medio de estos periódicos, 540 números confeccionados a base de las informaciones que transmitía el servicio de noticias en noruego de la BBC.

Dar caza a los responsables era una idea obsesiva para las fuerzas de ocupación, que llegaron a establecer tipos delictivos y penas específicas para quienes difundieran propaganda anti nazi.

Hubo varias redadas en las imprentas, a pesar de que se trasladaban de ubicación con cierta frecuencia.

En una de ellas, en febrero de 1944, Moen fue arrestado y enviado a prisión, primero en régimen de aislamiento y después compartiendo celda con otros compañeros de la resistencia.

Pero la reclusión no impidió que siguiera escribiendo prácticamente a diario.

Nada más llegar, hizo acopio del papel higiénico que se repartía, áspero, grueso, de color marrón y cortado en pliegos de 16,5 x 19,5 cm. Decidido a darle un uso más elevado, se propuso encontrar tinta o algo con lo que poder escribir. La oportunidad se presentó casi inmediatamente en forma de… un clavo.

Lo escamoteó del suelo, sin que nadie se percatara, y comenzó su tarea. Cada letra era el resultado de ir punzando el papel con paciencia infinita hasta dar forma a un carácter. Agujero a agujero, las letras se hicieron palabras, las palabras construyeron frases y 1400 pedazos de papel meticulosamente labrados acabaron convirtiéndose en el diario de sus siete meses de cautiverio.

Cada vez que sumaba un puñado de cinco hojas, las numeraba y enrollaba con cuidado con otra en blanco. Así empaquetadas, las dejaba caer por un hueco de ventilación que se prolongaba bajo el suelo de la celda. Allí permanecieron invisibles e indetectables a los registros de los carceleros y durante los interrogatorios de la Gestapo.

Moen llamaba a aquellas notas ¨mi cofre del tesoro espiritual”. Sin posibilidad de corrección y siempre bajo la presión de no ser descubierto, fue tejiendo un diario en el que suspira por Bella, la novia que quedó atrás. Se lamenta en general de todo lo que dejó pendiente en el pasado y fantasea con su vida futura, si es que alcanza la libertad.

El diario también se convierte en su libro de oraciones y en el breviario de sus poemas. Cuenta cómo es la vida en prisión: las partidas de ajedrez, la falta de tabaco y las conversaciones con otros presos.

Pero, además, es el confesionario donde reconoce el miedo al dolor físico, el pavor ante la idea de ser torturado de nuevo. Y deja constancia por escrito de su vergüenza por no haber soportado los interrogatorios, delatando a varios camaradas para lograr que cesara el tormento.

“From the 7th day of my prison stay at Møllergata 19. Have been in 2 interrogations. Was flogged. Betrayed Vic. Am weak. Deserve contempt. Am terribly scared of pain. But not scared to die”.

Los amigos de Peter
En 1944, el desarrollo de la guerra no pintaba nada bien para Hitler. Replegando su presencia en Noruega, los nazis decidieron trasladar a Moen y muchos otros compañeros suyos a centros de internamiento en Alemania.

Fueron embarcados en el SS Westfalen. El siete de septiembre de 1944, el buque chocó contra una mina y se fue a pique cuando navegaba en la zona del Mar del Norte que separa Dinamarca, Suecia y Noruega.

Buena parte de la tripulación se salvó, 768 personas, pero Peter Moen falleció en la explosión y naufragio, al igual que 45 de los 50 cautivos noruegos que iban a bordo.

Según hizo público uno de los prisioneros supervivientes, ya en libertad y finalizada la contienda, Moen les contó durante la travesía el modo en que había logrado escribir y esconder el diario, superando la vergüenza de reconocer ante ellos que había traicionado a varios compañeros.

El relato hizo que, unos meses después, se excavara el suelo de la celda que ocupaba Moen. Los rollos de papel estaban allí y, contra todos pronóstico, en un aceptable estado de conservación.

Para transcribirlos, se extendieron los recortes sobre cartulinas, de forma que la vista apreciara mejor las letras formadas por los agujeros del punzón. Se publicó por primera vez en 1949 y después ha sido traducido a varios idiomas. En castellano hay una edición publicada por Veintisieteletras.

Las posibilidades de que Peter no fuera descubierto, que sus notas se acumularan sin verse dañadas, que uno de los pocos supervivientes del naufragio del Westfalen fuera depositario del secreto, que lo contara y que el diario se hallara finalmente y en buen estado son mínimas. Pero, ahí están -desafiando al destino- las memorias improbables de un cautivo noruego.