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De Tahir a Sol: la marea inteligente

Foto: A. Moreno / uncaminantedespeinado.blogspot.com
Quizá sea pecar de exagerados pero la BBC, Al Jazeera y hasta el expresidente F. González han sugerido una línea que une las manifestaciones ciudadanas en el Norte de África con las que se desarrollan en numerosas ciudades españolas y que han tenido prólogos europeos en Grecia y Reino Unido.  El espíritu del 15M difiere – sin duda – en que su objetivo no es la sustitución de una dictadura por un régimen democrático; y en ella no se enarbolan barras de pan, aunque sea común la indignación contra los efectos de la crisis. Coincide también el que su difusión se realice a través de las redes sociales y el que las autoridades políticas se hayan visto sobrepasadas, sorprendidas y descolocadas ante la irrupción de un desasosiego generalizado.

Ya no son grupos de jóvenes indignados que han oído hablar del panfleto de Stéphane Hessel. En Madrid, Barcelona, Cádiz, Málaga, Palma (y así más de 50 localidades) los activistas se legitiman a sí mismos y obtienen certificado de interlocutor social por su propio mérito. Las protestas,  en ocasiones ni siquiera convocadas formalmente por sus primeros impulsores, han sacado a la calle más gente que las manifestaciones del pasado 1º de Mayo.
Recortes sociales, corrupción, desempleo, falta de expectativas y la sensación de que la política está supeditada sin remedio a los poderes económicos son algunas de las raíces del movimiento, transversalmente recorrido por otras ideas que van desde la alterglobalización a la lucha contra la Ley Sinde. Siguiendo la cita de Ghandi, han pasado rápidamente por diversos estadios: ridiculizados, despreciados, temidos y tenidos en cuenta. Los grandes medios en Internet han visto como sus portadas ( dedicadas a los problemas judiciales de Strauss-Kahn y la campaña electoral)  eran ignoradas por lectores que reenviaban compulsivamente cualquier mínimo suelto relativo a las acampadas callejeras. Mientras, los políticos de todo signo pasaban en horas 24 de considerar ilegal la ocupación de la calle a intentar atraer esa marea inteligente a su molino.

Y, salvo los conspiranóicos habituales – que ven detrás de la movilización manos negras de todo signo – derechas , centros e izquierdas varias coquetean con – o, al menos, tergiversan en su favor –  los mensajes que salen de esas filas heterogéneas de manifestantes.

Es la  diversidad uno de los pilares en que se apoyan, sin que ello deba sacar de foco el hecho de que los planteamientos son claramente políticos. Hay un discurso que pretende evitar pisar los charcos con la manida tontería de que “no son de izquierdas ni de derechas”. Puede que haya reivindicaciones asumibles sin distinción desde ópticas muy diferentes, como la legislación de Internet, la apertura de listas en los partidos o incluso la reforma de la ley electoral. Pero las críticas y petic

iones que se recogen públicamente en los programas y manifiestos evocan, sin duda, una proximidad de medios y fines absolutamente coherente con lo que lleva años predicando la izquierda extra-parlamentaria.

Asambleas, movilización de la base social, representación y defensa de los colectivos más desfavorecidos.. junto a puntos sacados literalmente del manifiesto de Democracia Real Ya: “igualdad, progreso, solidaridad, libre acceso a la cultura, sostenibilidad…” Aparece también la petición de “participación política ciudadana mediante cauces directos” y la denuncia del “obsoleto y antinatural modelo económico vigente”. Puntos todos ellos que serían firmados por organizaciones como ATTAC (y así lo han hecho de forma individual muchos de sus miembros y simpatizantes) y que sólo han obtenido el apoyo explícito de Izquierda Unida en el espectro de las formaciones de ámbito nacional.

Es precisamente al hablar de las propuestas concretas que podrían articularse con la revuelta cuando surgen las dudas sobre el recorrido de esta asamblea virtual permanente. Corre el peligro no sólo de verse infiltrada por partidos y estructuras más organizadas o por elementos violentos que acabarían por deslegitimar su act

ividad. También el de agotarse con la fecha de caducidad del 22M, de fracturarse al poner negro sobre blanco ideas y acciones concretas, de disgregarse en miles de reivindicaciones más menos particulares. No se le puede augurar mucho futuro a un partido anti-partidos pero quizás sí lo tenga una red que consiga poner sobre el tapete de la discusión diaria los que hasta ahora sólo eran mimbres de una utopía marginal. Un lobby ciudadano que vigile la inoperancia e impulse mediante la participación activa la alternativa a una sociedad paralizada y políticamente ineficiente.