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Borbones: suma y sigue

En los inicios del siglo XX sólo tres países europeos carecían de testas coronadas. Cien años después, los paises que mantienen a familias reales se reducen a diez en el Viejo Continente y los príncipes y princesas ya no salen ni en los cuentos. España es uno de ellos, con un Jefe de Estado – sucesor a título de Rey – bendecido por el régimen anterior y que en las revueltas aguas de la Transición quedó sancionado  en el texto constitucional en forma de lentejas: o las tomas o verás lo que pasa…

Dado que parece haber más juancarlistas que monárquicos, parecería oportuno que en la cala y prueba del melón sucesorio se insista menos en la vida diaria de la princesa en estado buena esperanza y más en subrayar el anacronismo de la institución.

Antes de correr a reformar artículos flagrantemente sexistas y absurdos temiendo despertar el fantasma de la Ley Sálica, no estaría mal buscar una salida consensuada y digna -con profundo agradecimiento, por supuesto – para el Borbón reinante y su abundante prole. Sería el primer paso para dar verdadera legitimidad democrática a nuestro sistema político. Muchos opinamos que el segundo paso consiste en  restaurar el otro modelo  -y cada vez el de mas gente, como dice el anuncio- que nos fue arrancado por la fuerza: la República. Dicho lo cual, enhorabuena Altezas, sea Letizio o Felipa.