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Bélgica sin gobierno: Sexo, vergüenza y patatas fritas

Eugenio Hernández / Twitter: @ebarcala
La tierra de los belgas cuenta con un gobierno en funciones desde las elecciones del 13 de junio del pasado año, superando los anteriores «récords» de desgobierno en otros países y entrando por este motivo en el Libro Guinness. Una marca aún mayor si se toma como fecha de inicio de esta situación tan peculiar la de la disolución del anterior gobierno, en abril de 2010. Los resultados de la cita con las urnas dibujaron una sociedad divida entre los nacionalistas flamencos del norte y los socialistas francófonos del Valonia. No hay puntos de encuentro entre ambos y su separación se amplía por la diferente forma de ver las competencias de las administraciones regionales y el modo en el que se ha de regular la fiscalidad y otros asuntos, como la seguridad social, en los distintos territorios.

Sexo, vergüenza y patatas fritas
Hasta el momento, esa división parece irreconciliable y los intentos para obtener una solución de consenso se han ido demorando en el tiempo. La última fecha límite para formar ejecutivo es Noviembre de este año, bajo la «amenaza» de nuevas elecciones que no parece puedan clarificar el panorama. Esto no ha sido obstáculo para que Bélgica siga viviendo su día a día e, incluso, haya ostentado la presidencia de de turno de la Unión Europea.

La realidad es que las instituciones se encuentran en situación de parálisis y -más allá de las bromas sobre la aparente normalidad con la que se vive sin gobierno- la incapacidad de los políticos y su falta de generosidad han desatado protestas. Entre ellas, la manifestación de cerca de 30.000 personas en enero en Bruselas bajo el lema «Vergüenza» o la llamada «Revolución de las patatas fritas«, protagonizada por estudiantes. Eso sin contar otras más folclóricas como la propuesta de la senadora Marleen Temmerman(huelga de sexo mientras no haya gobierno) o la del actor Benoît Poelvoorde , que sugería no afeitarse hasta que se eligiera un gobierno estable.

G1000: Una asamblea legisativa popular
Pero merece la pena destacar otra iniciativa que intenta ir más allá de la mera expresión de descontento. El llamado G1000 pretende reunir a un millar de ciudadanos (elegidos de la misma forma con que se selecciona a los participantes en una encuesta o estudio de mercado) para que debatan públicamente sobre todo aquello que consideren de interés, para elevar luego esas peticiones a la clase política en forma de propuestas legislativas.

Según sus organizadores, se trataría de un paso adelante sobre la tradición de la democracia directa clásica y la democracia representativa indirecta actual: una democracia deliberativa que siga los pasos de experiencias como la redacción de la nueva Constitución islandesa, en la que participan también las propuestas ciudadanas. La iniciativa, en la linea de las movilizaciones de indignados en toda Europa, intenta superar desde la implicación en los asuntos comunes una situación en la que según el primer ministro en funciones, Yves Leterme, a los belgas sólo les une «el Rey, la selección de fútbol y la cerveza«.