Ernst Haeckel fue un distinguido naturalista, padre del concepto “ecología” y defensor y difusor en Europa de la teorías de Darwin, cuando ponerse a su vera no resultaba sencillo. Defendía el origen común de todas las formas de vida y así lo plasmó gráficamente en el llamado “árbol de la vida”, un primer intento de fijar la evolución de todas la especies, incluida la humana. Es autor también de algunas de las más relevantes monografías sobre anatomía animal jamás editadas, bellamente ilustradas con grabados basados en sus bocetos y acuarelas.
Su primera esposa, Anna Sethe, fallece en 1864, menos de dos años después de la boda, un suceso que deja al naturalista tocado de por vida. Nunca superó el trauma, lo que -dicho sea de paso- también hizo pasar lo suyo a la futura y sufrida segunda esposa de Haeckel, Agnes Huschke.

El caso es que tras la muerte de Anna, marcha rumbo a Francia en un intento de mitigar el duelo. Una mañana de abril de 1864, en la Bahía de Villefranche-sur-Mer, cerca de Niza, Ernst divisa una extraña medusa en una experiencia que desembocará en revelación. En una tentativa de traducción, lo cuenta más o menos así:
El movimiento de esta maravillosa Eucópide ofrecía una vista mágica y disfruté de varias horas felices viendo el juego de sus tentáculos, que cuelgan como tirabuzones de cabello rubio de la delicada umbrela y que, con un leve movimiento, se enrollaban en densas y pequeñas espirales… Doy nombre a esta especie, la princesa de Eucopiden, en memoria de mi inolvidable y verdadera esposa, Anna Sethe.

Gracias al descubrimiento de la Mitrocoma Annae, el alma atormentada de Haeckel consigue entreverar amor, arte y ciencia en un todo que alivia su pesar. Encontró en la rara fórmula de las medusas para reproducirse, establecer colonias y perpetuarse a través de la especie y no como entidades singulares, una regla que, de algún modo, supera y da sentido a la muerte del individuo, a la muerte de Anna.
PD: Tiempo después, Haeckel se construyó una casa en Jena (Villa Medusa), encontró una esposa resignada a compartir a su marido con el recuerdo idealizado de otra mujer y halló una medusa aún más bella que la de Niza…y que el muy cabrito también dedicó a Anna.
