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El fútbol y el G20

Francia, Italia e Inglaterra parecen haberse vuelto (adoctrinadas por su técnicos)  muy cicateras en el discurso, jugando a  salvaguardar al precio que sea el menor de los males posibles y sin estilo propio. Sin definición clara, han sacrificado la valentía táctica y lo colectivo por la infantil esperanza de un pelotazo milagroso en el último minuto. Y así les va. La imaginación no es su fuerte, desde luego.

Estados Unidos ha sido bastante sorprendente en su presentación, Diríase que apuesta por buscar nuevas salidas a sus innegables potencialidades, y que no es cobarde resguardándose sólo en salvar los muebles, como ya demostró en este mismo escenario anteriormente. Pero sus ganas de pasar factura a los combinados más poderosos parece que aún tendrán que esperar.

¿Y España? Pues a trancas y barrancas, con más optimismo antropológico que efectividad, dejando la sensación de que aún no es invitada de pleno derecho en el club de los de siempre. Su consagración como grande no acaba de asentarse y hay quién duda de la solvencia que pueda tener en una cita que se calificó de histórica. Unas dudas que también rondaron sobre los griegos (ya defenestrados) y los portugueses, por más que uno de los lusos sobresalga en el interés de los focos.

Tan sólo el descaro y frescura mostrado por algunos países emergentes y el sonido constante (atenuado en las retransmisiones televisivas)  de quienes se han desplazado hasta el lugar del evento como meros espectadores consiguen remover la sensación de falta de novedad que caracteriza la cita…

Me he alargado en el análisis, así que dejaremos para otro día lo de hablar del mundial de fútbol.